A veces el silesio suele expresar, Más que mil palabras.
A veces una canción, Puede despertar la chispa Del más hermoso sentimiento Que creíamos olvidado.
A veces caminar y cruzar una mirada Y reflejarse en las pupilas De una mujer. Capaz de derretir un cubo de hielo, Con solo la sensibilidad Que asoma de sus ojos.
A veces es necesario que al menos Nos tomemos un minuto, Cada día Para estar solos.
Esto permitirá Que el agua de nuestros pensamientos Se aquieten, Decantado la suciedad Que nos ciega.
Figúrate que ves Un vaso con agua turbia. Si nos tomamos un tiempo.
Observaremos Como la suciedad Del agua, Poco a poco Va cayendo al fondo.
Desde luego, ayuda mucho conocer el francés y poder seguir sus letras, que trataban las relaciones entre personas de una forma muy poética. Sin embargo, la composición, los arreglos (y muy en especial los de Charles Blackwell) y las melodías son de una muy rara sensibilidad en la música pop de la época.
Biografía imprescindible: FH nace en París, el 17 de enero de 1944. Su madre, ella y su hermana Michèle viven en un piso del número 24 de la Rue d'Aumale de París. Su infancia no es feliz: el padre no vive con la familia y tan sólo les pasa una pensión alimenticia. Françoise cumple sus obligaciones escolares y académicas en La Bruyère (un colegio privado de monjas) y en 1959, animada por su entorno más cercano, trata de encontrar una casa de discos que quiera publicar sus canciones (que ya tenía escritas por docenas, según cuenta la historia). Desde 1959 hasta 1961 estuvo actuando en clubes parisinos (como el Moka Club) y acudiendo a audiciones. El primer sello que la recibió fue Pathé - Marconi, pero no la contrataron. Su primera prueba para la casa Vogue (otra reputadísima discográfica francesa) tuvo lugar en primavera de 1961, pero el sello no la ficha hasta noviembre de ese año, y sólo porque la casa Fontana se interesa por ella. La primera sesión de grabación no tendrá lugar hasta el 25 de abril de 1962, y será un tanto decepcionante: los músicos de estudio prestan poca atención y los arreglos propuestos por la gente de Vogue son mediocres. Aunque al principio se elige 'Oh Oh Chéri' para lanzar a la jove n cantante, finalmente la seleccionada fue 'Tous les garçons et les filles', que se convirtió en su primer éxito francés en verano del 62. Más que éxito, lo de Françoise Hardy fue una explosión de popularidad que se extendió por Francia y que arrasó Europa en ese m ismo año. En octubre, Françoise aparece cantando en la televisión francesa, en vísperas de un importante referéndum político, y la 'Hardymanía' se desata en el país galo. 'Tous les garçons', que ya había empezado a vender en verano, se coloca en el número 5 de las listas de 'Salut Les Copains' ¿Qué es lo que hizo que todo fuese tan espectacular y tan inesperado? Es probable que ni los mismos ejecutivos de la Vogue supiesen la razón.
Se ha dicho que fue una cuestión de talento, de imagen y de frescura. Estaba claro que FH componía sus propias canciones y a un nivel notable, incluso para sus primeros discos. Estaba más que claro que tenía una imagen atractiva y sencilla, con la que miles de chicas de la época se identificaron. Y también estaba claro que, pese al despiste inicial de la casa
de discos (que trató de presentarla como una cantante de twist) lo que ofrecía FH era diferente y nuevo. No era música de consumo. Era música de cantautora y era a la vez lo suficientemente comercial como para llegar a públicos masivos. Una vez logrado el éxito, el público demandaba nuevos discos casi continuamente. La mayor parte de la carrera de Françoise Hardy se basó en los EPs (discos de cuatro canciones) que era un formato muy popular en Francia. A través de ellos (y relegando a un segundo plano a los singles y los LPs) FH fue ofreciendo su evolución, a razón de tres o cuatro EPs por año. Este ritmo de producción se mantuvo hasta que la relación de FH y Vogue se enfrió, primero en 1967 y definitivamente a partir de 1970.
Pero volvamos a 1962. El primer EP (EPL 7967) tuvo dos tiradas diferentes, casi seguidas, con portadas casi idénticas y distintos ensamblajes de canciones. Sólo con este disco, Françoise Hardy reventó el mercado francés y marcó el comienzo de otra era, la Era Pop Francesa acababa de comenzar. El segundo EP no llegaría hasta Navidad de ese año. 'Todos los chicos y chicas', la canción estrella del primer EP, es sensible y triste y nos avanza por dónde discurriría la obra de FH en años posteriores. Aquí es donde se nota el despiste inicial de Vogue, porque 'Todos...' es muy diferente de las otras tres canciones del EP. Es mejor - sin duda - y hace pensar que el resto son temas de relleno. La composición es muy propia de FH, porque habla del desamor, de la soledad no deseada, de la esperanza: una chica, que camina sola por la calle entre muchas parejas de enamorados, se pregunta cuando ella encontrará a alguien que la quiera. Sencillo pero sentido. Pues bien, este clásico se unió a tres temas menores, de una clase de la que FH se alejaría bien pronto. Françoise no era una cantante yé – yé. Pero entraba en liza en unos días en que el mercado estaba dominado por ellas, así que no había que arriesgarse. Vogue emparejó a FH con el arreglista, director de orquesta y compositor Roger Samyn y juntos firmaron buena parte de la primera obra inicial de Hardy, entre 1962 y 1963. FH siempre se quejó de que nunca tuvo voz ni voto en su primer año con la casa Vogue. Sus discos, el sonido y los arreglos, no le gustaban excesivamente. Tendría que esperar a 1964 para que todo eso comenzase a cambiar de una forma clara.
Hay que preguntarse cuál es su origen, su causa; y, aunque parezca una obviedad, ya que esta es siempre la gran pregunta, no deja de ser necesario, puesto que cometemos de forma reiterada siempre el mismo error: pensar que el estrés viene de fuera. Le echamos la culpa al trabajo, o a nuestra situación familiar, o a cualquier otra circunstancia externa; y, en consecuencia, nos sentimos víctimas y buscamos escapar cambiando de trabajo, de pareja o el lugar en el que estamos. Corremos y corremos intentando huir, y realmente es imposible, porque aquello de lo que deseamos escapar es nuestra propia sombra: el estrés lo llevamos con nosotros. Una excelente forma para darse cuenta de esto es hacer un retiro, ya que al sentarse en silencio y soledad se descubre que el estrés y el enfado continúan; ergo el problema está dentro de uno mismo.